Sueñas con algo, te intentas preparar durante mucho tiempo, te consideras suficientemente preparado, es más, por encima de las exigencias del guion exigido, consciente de que en la vida todo cuesta y nada es regalado porque sí.   Esa es tu premisa principal, prepararte para estar entre los mejor cualificados, que puedan ver y valorar tu valía como profesional, que sepan que tú también puedes hacerlo igual o mejor que todos aquellos que pueden ejercer su trabajo, porque tuvieron la oportunidad de demostrarlo. Ahora despiertas de ese sueño emocionante, nadie sabrá nada sobre ti, de tu esfuerzo, de ese tiempo gastado para prepararte en vano, ¿tu ilusión desvanecida por los designios del destino?, no,no ha sido así.  Te hubieras preguntado en que fallaste para alcanzar tu objetivo, en que podrías mejorar para conseguirlo, son posibles elucubraciones que irremediablemente nos planteamos ante un éxito frustrado o ante el fracaso por no alcanzar ese éxito, son ambas formas de verlo cuando hemos tenido esa oportunidad truncada. Nunca te hubieras planteado pensar que tus posibilidades de éxito dependerían de la suerte en el sentido estricto de la palabra, pues en mayor o menor medida la suerte es algo que siempre nos debe acompañar, aunque no sea definitiva para triunfar. Me refiero a ese tipo de suerte que se obtiene por sorteo, sí sí, tal como suena, a través de un bombo, dónde eres una papeleta más, dónde no se puede ver tu preparación ni tu esfuerzo, ni sacrificio. Una suerte válida para quien busca el azar por el hecho de buscarlo, sin pensar en el fracaso, pues es consciente de las dificultades del azar, una lotería en la que juegas sin exponer tu dignidad y preparación.  Tu anhelabas tu oportunidad de poder participar, pensabas que tenías todo el derecho del mundo de estar ahí, de ir a por todas en igualdad de condiciones y no ha sido así. Quien podría pensar, a modo de ejemplo, que un atleta se prepare para ir a unas olimpiadas y no le dejen demostrar sus marcas, diciéndole que ha habido un sorteo, esperpéntico y vergonzoso pensaríamos todos. Quien podría pensar que en pleno siglo XXI, una empresa pública y que se vanagloria de sus principios de igualdad, pueda realizar una prueba de acceso al trabajo por sorteo. Pueden ser cuestiones a buen seguro que den mucho que pensar, pero que solo tienen un adjetivo calificativo y es el de vergonzoso, así ha sido el penúltimo capítulo en los procesos de selección de TMB.